lunes, 13 de octubre de 2008

LA HISTORIA DE JOSE ERNESTO BECERRA GOLINDANO


Los Golindano (I)Yo nací el 8 de Junio de 1953, hacia las 6 de la mañana. La hora no es exacta porque mi parto fue sumamente complicado y largo. Según los testigos conscientes, había sangre en las paredes, mi mamá y yo estuvimos muertos un instante, y también hubo cierto alboroto. Pero para que yo naciese mi mamá y mi papá tuvieron que casarse en Maracay, y antes fueron novios, y …, y entonces habrá que remontarse a sus familias respectivas. Mi mamá se llamó Blanca Isabel Golindano Herrera. Nació en algún lugar de la selva de Estado Bolívar, varios días a caballo al sur de Caicara del Orinoco, el 28 de Diciembre de 1924. Era hija de Carlos Gonzalo Golindano y de Eusebia Herrera.Ellos vivían en una finca cerca de la frontera con Brasil y el hoy Estado Amazonas. De mi abuela tengo muy pocos datos: ella no se casó con mi abuelo por razones diversas. Es que en aquella época, y más en la zona, los señores no se casaban. Sería mejor decir que usaban a las muchachas prevalidos de su poder, audacia e impunidad. Las familias tenían que cuidar a sus gallinas de los gallos sueltos que abundaban. Además en aquellas soledades no había civilización, nada de pueblos y por tanto nada de Prefectura, Jefatura Civil o similar para casarse.Mi abuela murió muy joven, según referencias de una enfermedad, “de un mal” como decían antes, llamada Beri – beri. Mi mamá me informó que la persona con esa enfermedad temblaba mucho, un poco al estilo de la epilepsia pero no tan fuerte, y según la terapia de la época (curiosos, brujos, santeros), se veía obligada a mudarse de ciudad (de temperamento se decía), cada pocos meses para mejorarse. Doña Eusebia al fin murió finalizando la década de los 30 en Puerto Ayacucho.Lo de mi abuelo es algo más movido. Según tradición familiar Golindano puede ser apellido italiano y su historia en Venezuela, hasta que mi abuelo llega a la selva, es mas o menos así (no sé el porcentaje cierto del cuento): los Golindano, eran mas de uno, eran unos hermanos que estaban asentados en algún lugar mas o menos cercano a la población de El Tigre, tal vez en el Estado Anzoátegui, o quizá Monagas. No sé si eran hijos de europeo, o si ellos eran europeos. Hoy en día el apellido está mas difundido en Monagas y por allá entienden que el apellido es originario de los alrededores de Valencia (España). Mas o menos a mitad de camino entre Barcelona y Cumaná hay un punto (Caserío y Alcabala) llamado Golindano.Allí tendrían alguna finca, hato o hacienda, y como es lógico habría otras haciendas, otras familias y de alguna manera su vida giraba en torno a el trabajo del campo, en algún momento los Golindano se vieron en un gran problema: una muchacha salió perjudicada (o sea, en estado), cosa que en una familia decente era ofensivo. Realmente no sé si la perjudicada era Golindano, o lo era el perjudicador.Según parece la familia ofendida exigió reparación al culpable y este no cumplió. Acto seguido, los hermanos de la agraviada pasaron raudos a caballo frente al corredor de la casa de la hacienda, donde se sabía que el individuo se sentaba a descansar en las tardes, y diestramente como correspondería a buenos llaneros lo enlazaron y lo arrastraron hasta el pueblo donde lo “pasearon” de ese modo calle arriba y calle abajo, con el mortal resultado que podía esperarse y con su honor convenientemente lavado con sangre. Los familiares del muerto, consideraron que los otros se habían propasado y esperaron en algún lugar solitario al que había capitaneado el arrastre. Poco después pasaban por la casa de éste y lanzaban un costal en la puerta de su casa.Al revisar, en el costal encontraron el cuerpo cortado en pedacitos por todas las coyunturas, algo así como 17 pedacitos por cada mano, la cabeza por un lado, los brazos cada uno por el suyo, etc.. De allí en adelante hubo mas muertes de lado y lado y los vecinos intervinieron para buscar solución a este asunto que se ponía de un color muy negro. De alguna manera llegaron a un acuerdo de jugarlo a la suerte, los que perdieran venderían a sus rivales y se marchaban muy lejos, lógicamente los ganadores compraban y se quedaban. Se justipreciaron los bienes, se jugó a la suerte (nunca supe el método, pero me inclinaría a “la carta más alta”), y perdieron los Golindano. Tampoco sé como, mi abuelo llegó a la selva y se convirtió en dueño de varias plantaciones de sarrapia, ni si era uno de los lavadores de honor con sangre, o hijo, o nieto de alguno de ellos. Esto de la sarrapia era mas o menos así: se trataba de una planta, un árbol, que da una fruta cuya semilla tiene un aceite que servía para que los perfumes mantuviesen su aroma varias horas, hoy esto se logra con productos químicos, pero en aquellos años 20s era, junto con el caucho, un producto que enriquecía a cualquiera.
El Golindano llegó a tener 7 fincas de sarrapia y caucho, y en cada una de ellas tenía una mujer (e hijos) con la que hacia algo parecido a la vida marital, mi abuela era una de ellas. Mi mamá supo de 41 hermanos, pero de la misma madre fueron: Pedro Manuel (fallecido más o menos de 30 años en 1961), Jose Manuel, hoy retirado y viviendo Caracas , Carlos, que vivió y murió en Valencia, y Ernestina, también en Valencia; mamá era la mayor. Yo conocí a mi bisabuela ya ochentona (la visité dos o tres veces en Caracas a principios de los 60s), y se le notaba el carácter todavía. Doña Isabel de Golindano, madre de mi abuelo, usó revólver al cinto y es que sabía usarlo. Cuando papá le dijo que se fuese a vivir con él y mamá, próximos a casarse, ella respondió que no,- por que no? – preguntó papá,- muy sencillo, Becerra - respondió Doña Isabel,- porque yo, a la casa que voy, mando!.Papá no insistió, y a mí siempre me dijo que Doña Isabel era como Doña Bárbara, el personaje central de la novela de Gallegos.
posted by José Ernesto Becerra Golindano @ 22:19

Hermanos Golindano Herrera
20050919

Arbol genealógico de Los Golindano

una historia de los golindano

Los Golindano (y II)
La vida en la finca de sarrapia, en la selva, era muy distinta a la vida urbana, como la mía. Una vez iba mi abuelo por una senda y se tropezó con una raíz gruesa que la atravesaba, masculló alguna interjección castiza y siguió, acompañado de 2 o 3 peones. Unos metros mas adelante se volvió a tropezar con una raíz muy similar a la anterior, pero esta vez la raíz se movió. Era una tragavenado, una boa muy larga, gruesa y pesada. Según cuentan medía alrededor de 20 metros, pero seguramente con los años y los cuentos iba aumentando su longitud. Dicen que Don Gonzalo y los peones la siguieron en su movimiento hasta encontrarla enroscada con una gran roca tras ella, y con su gran cabeza (como la de un perro grande) levantada en plan agresivo. Le dispararon varias veces y no mostró debilidad por las heridas, entonces mi abuelo, apuntó con el rifle a la boca de la serpiente, y justo cuando la abría le disparó allí, matándola. Según el resto de la historia, usaron un gran palo para trasportarla, pero pesaba tanto que costó mucho llevarla hasta la casa de la finca.
Otra historia cuenta que, como todas las noches, se sentaban en el corredor de la casa de la finca el dueño, su familia, y los peones. Allí descansaban, a la luz de hogueras, charlando y a veces cantando. En cierto momento mi abuela llamó a su marido:Gonzalo …Qué?, respondió en medio de su cansancioMe está subiendo una mapanare por las piernas … (Doña Eusebia estaba embarazada y dicen que las serpientes gustan de confortarse en el calor corporal de las que están en tal estado).La mapanare es una culebra venenosa de buen tamaño (metro y medio), y cuyo veneno en aquellas tierras era mortal por la falta de atención y antiofídico.A la luz de las llamas que alumbraban el lugar, Don Gonzalo sacó su revólver y, sin cambiar de posición, de un certero disparo voló la cabeza de la bicha que ya se acomodaba en el regazo. Mandaron a algún obrero a recoger el reptil y siguieron tan tranquilos, aunque yo creo que esto último es todavía más difícil de creer.Mamá me contaba que en la casa grande de la finca había un cuarto especial, el cuarto de las morocotas. Allí, en una pequeña habitación de 2 a 3 metros de lado, se hallaban tiradas en el suelo miles de morocotas, decía ella que si se sumergía el pié pasaban por encima del tobillo. La Morocota era una moneda de oro, especialmente dólares norteamericanos, que eran monedas de curso normal en el país. Una de ellas equivalían al sueldo de decenas de meses de un peón. Cuando los muchachos de la familia se portaban bien los dejaban jugar en ese cuarto.Pero todo cambió el día que un juego de cartas, mi abuelo y un contrincante anónimo se jugaron en una sola mano todas sus propiedades. Mi abuelo perdió todo. Sin embargo, cuando estaba muy deprimido, ya lejos de sus tierras y con mi abuela y sus hijos, que al parecer era los mas caros en su afecto, le recordaron que él tenía olvidado un pequeño hato en Guasdualito, unos cuantos centenares de kilómetros río arriba por el Apure. Allá se fue, en un pequeño barco de vapor que cubría la ruta, pero a las pocas semanas de llegar, se enfermó de pulmonía y murió en 1935, a los 35 años.La familia se disgregó, Mi abuela y su Beri-beri hacia el sur, mi bisabuela y las dos muchachas (mamá y su hermana) a Ciudad Bolívar, y mis tíos fueron capturados por las bandas de piratas que asolaban las riberas de los grandes ríos del Sur de Venezuela y Norte de Brasil.El tío José Manuel, me ha contado muchas veces sus aventuras en la selva y en los grades ríos, por los que llegó hasta Boa Vista, Brasil. Cómo aprendió con los indios, también esclavizados como él, a comer raíces para no debilitarse. Cuando se lee La Vorágine, de Rivera, un escritor colombiano, se conoce el ambiente en que se hizo adolescente mi tío José Manuel. A veces, cuando los captores y explotadores que lo mantenían secuestrado, hacía un alto en alguna ribera solitaria, él se internaba un poco en la selva buscando comida, y más de una vez oyó como se desplazaba un escándalo de voces de monos y aves. Corrían huyendo al tigre, ejemplar que por lo general desplazaba sus buenos 200 kilos y fatal para un niño de 12 o 13 años mal alimentado. Pero ya él sabía que debía subirse a un árbol y quedarse en las ramas muy delgadas a las cuales no podía trepar la fiera, que después de esperar una o dos horas se marchaba, pero no se podía bajar hasta que no se perdía a lo lejos el escándalo de monos y pájaros huyendo.Este tío, el de las aventuras podría decirse, venía una vez atravesando el Orinoco cerca de Puesto Ayacucho, por los raudales (rápidos), cuando la canoa encalló en una piedra. Al verlo, mi tío que venía acompañado por un indiecito mas joven e inexperto, sacó su pie y empujó la canoa pero con la mala suerte de que se quedó parado sobre la piedra con el agua a los tobillos. La canoa no pudo regresar contra la corriente, además era la hora de ponerse el sol, y tuvo que pasarse toda la noche de pie en la roca con el Orinoco bramando a su alrededor al otro día el noble indiecito, vino con adultos y lo rescataron. En otra oportunidad se encontraba trabajando de contrabandista: conducía una pequeña canoa entre Puerto Ayacucho (Venezuela) y un puerto colombiano. Todos los días hacía el trayecto de ida y vuelta, llevando y trayendo productos a las órdenes de algún comerciante del lugar. Un buen día, vio en una pared un cuadro de un velero, y se le ocurrió que si se le ponía algún tipo de vela al bote no tendría que esforzarse tanto.Se las ingenió para adaptar un pequeño mástil con otro palo atravesado donde armó una vela con una cobija. Al principio todo marchó como el esperaba, pero en algún cambio de viento, o de ruta, el viento volteó la canoa. El inventor fue arrastrado por el río tan abajo que duró como dos días en regresar caminando a Puerto Ayacucho.Algunos años más tarde mi bisabuela y mi mamá viajaron a Maracay, hacia el año 40, y mí tía Ernestina se quedó con otros parientes en Ciudad Bolívar. Se radicaron en una casita sobre el cerro de El Calvario, cerquita de la Maestranza. Mi mamá una flaquita de 16 años que apenas pesaba 44 kilos, con cuarto grado de primaria no terminado, apenas pudo se colocó como dependiente en la Librería El Paréntesis, propiedad del Sr. Carlos Motamayor, y allí trabajaba cuando mí papá la conoció. Pero … de dónde venía este joven bien parecido, cabello rubio, ojos intensamente azules, sonrisa contagiosa y simpatiquísimo (Descripción de mamá). Venía del Táchira, de Michelena, si la tierra de mamá estaba al Este y al Sur, la de papá casi a mil kilómetros de distancia, estaba al Oeste. Claro!, uno de los Pérez de Michelena.

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